Eleanor Rigby

Del odio al amor hay solo un verano. Bienvenido a las Canarias. ¿Estás dispuesto a enamorarte? El primer libro de la adictiva bilogía de Eleanor Rigby, el nuevo fenómeno de la romántica. No te lo puedes perder. Para Dácil, Thiago es el odio de su vida. Para Thiago, Dácil es la peor de las pesadillas. Pasar unas vacaciones con ellos supone un riesgo para cualquiera que se encuentre en medio de la guerra abierta entre los dos. Hasta que Airam, el hermano de Dácil y mejor amigo de Thiago, harto de cinco años de batalla y queriendo disfrutar de un verano tranquilo, decide resolverla como sea. Incluso haciéndoles creer que a Dácil le gusta Thiago y a Thiago, Dácil. Ahora ella no entiende nada. Ahora él cree comprenderla mejor. ¿CUÁNTA VERDAD HAY TRAS UNA MENTIRA INOFENSIVA?

Solo un verano (De armas tomar 1)

Anna Stewart

Este verano va a ser diferente, porque no solo me despido de sus sucias artimañas y del encanto de sus jugarretas. Me despido de cómo sería convivir con ella en serio, sin rencores. Lo dice el libro que me ha regalado sin saber que me lo sé de memoria: «Y le apena a uno que esa instantánea belleza se haya marchitado de manera tan rápida e irrevocable, que haya brillado tan engañosa e ineficazmente ante uno; le apena el que ni siquiera hubiese tiempo bastante para enamorarse de ella...».

Estamos a más o menos ocho pasos de distancia, tan lejos como lo permite este microcosmos que es su habitación. Es una distancia absurda, pero muy necesaria para que no me abalance sobre ella y le diga que, si me confiesa que me quiere, podría replanteármelo todo. No se me iría el pánico, quizá lo acentuaría, pero un «te quiero» de Dácil sería la alegría de mi vida.

—Yo la quiero, ¿sabes? —Hago una pausa para asimilar lo que acabo de decir—. Como se quiere... como se quiere a las cosas que nunca pasarán. Y están pasando. Es desconcertante.

—Ese es el problema. La dabas por perdida antes de empezar. Estás con ella preguntándote cuándo va a caer la borrasca. Si quieres quererla, tendrás que hacerlo con la esperanza de que pasará. Pasará y será maravilloso, Thiago. Ya lo verás.

¿Qué tortura más que una posibilidad, que una oportunidad, que una esperanza? Estás obligado a hacerte cargo de ella, de la posibilidad, de la oportunidad, de la esperanza. Y por eso mismo estás obligado a sufrir en algún punto.

Me contento con quererla como se quiere a las cosas que nunca pasarán.

Dácil ya me ha enseñado lo que siempre he temido que me enseñaría: que para ser feliz solo tengo que arriesgarme con ella, y que para ser infeliz del todo solo tendría que perderla después de haberla tenido.

Con las pasiones uno no se aburre jamás, estoy de acuerdo con Stendhal, pero también con Rousseau: dejan de ser buenas cuando nos esclavizan. Pero, sobre todo, cuando la miro, entiendo al romántico frustrado de Goethe: las grandes pasiones son enfermedades incurables, y lo que podría curarlas es lo que las haría verdaderamente peligrosas. 

Yo solo me curaré de Dácil cuando esté muerto, y a ratos me parece bien. En algún lado tendré que librarme de ella, y no va a ser en mis pensamientos. Pero al mismo tiempo, ¿cómo me divertiré en el infierno si no viene conmigo?

Soy un obseso del lenguaje y me preocupa utilizar las palabras adecuadas para definir el mundo que me rodea, así que no, Dácil no me gusta. Dácil me apasiona. Y las pasiones, como decía Le Bovier de Fontenelle, son como los vientos: necesarias para dar movimiento a todo, pero también causa de huracanes.

Dácil no puede gustarme porque, si viviera en las infinitas sensaciones que puede despertar en mi cuerpo, sería como estar en el campo de batalla: a veces ganaría, ¡y qué alegría!, y a veces lo perdería todo, desde la razón hasta la vida.

—(...)uno se pasa la vida intentando definir con palabras lo que siente para que los demás le comprendan, pero tarde o temprano acabas descubriendo que no importa cuánto te esfuerces: a la gente las cosas le llegan o no le llegan, ¿entiendes? Puedes escribir un manifiesto o dedicar horas a explicarte, pero si no lo entienden, no lo entienden. No hay nada que hacer ahí. 

Dácil se tiende de costado para mirarme de hito en hito.

—Quiero decir que tú me llegas —explico, envalentonado. Una vez he empezado a chapurrear, ya no he podido callarme. O no he querido hacerlo—. Lo que me dices, lo que me haces, el modo en que me percibes. Y no digo como un capullo, sino como soy: con lo que hay detrás de la etiqueta de «pobrecito». Por eso te perdono lo que no le perdonaría a nadie, te tolero lo que no le toleraría a nadie. Porque entiendo lo que quieres decir incluso si lo dices gritando.

Los dos sabemos que tenemos una conversación pendiente. Uno no puede liarse con su mayor enemigo y comportarse al día siguiente como si no hubiera pasado nada, porque claro que ha pasado. Mi mundo se ha puesto del revés, y no me vendría mal saber si tengo que devolverlo a su posición original o acostumbrarme a vivir boca abajo. 

Si estas son las vistas —Thiago empapado, los ojos más grises que nunca—, no me importaría quedarme patas arriba.

Me da rabia que le haya resultado tan sencillo encontrar el botón de destrucción, el que echaría abajo el fuerte que había levantado para defenderme de él. Todavía le odio, supongo, solo que de manera diferente. Le odio porque de un tiempo a esta parte ya no me deja odiarlo tranquilamente.

No sabía que los besos de un hombre tuvieran ese don para el drenaje, que podrían neutralizar todo el odio hasta dejarme vacía, receptiva y a la espera de su siguiente paso para llenar mi corazón de otras sensaciones. Unas que me faciliten la vida en lugar de truncármela.

Cuando leo esas cosas de «la atmósfera se impregna de un aire diferente» o «el aire se vuelve más denso», me dan ganas de echarme a reír, porque eso es imposible desde una perspectiva científica. Pero, metafóricamente, claro que es posible. Él me mira como si ya me estuviera besando, y yo casi noto sus labios sobre los míos cuando aún los tengo sonriéndome en la distancia.

—Leer nunca hace daño, aunque leas tu propia pesadilla; leer te hace sentir comprendido. Se ama, se odia y se vive a través de los libros porque retratan la vida como seguro que la sentiste una vez, incluso si el contexto no se parece al tuyo.

Dácil no se despierta ni cuando su mejilla se apoya sobre mí. Y se apoya sobre mí como si no pudiera haber caído en ninguna otra parte. Como si fuera la pieza del puzle que le faltaba a mi cuerpo para estar completo.

Sabe que, aunque la boca le insulte, lo que pienso es otra cosa. Y no es así como lo quería. No quería que me desabrochara el sujetador despacio, esbozando esa sonrisa que sabía de antemano que intuiría en sus labios, la de «esto es por mí»; no quería que fuera considerado y que demostrara que le importo, porque los amores se llevan mis odios y solo se quedan conmigo los demonios que no controlo. Los demonios que no me invento. Los demonios que me susurran que él es la persona indicada, aun no siéndolo en absoluto... en el caso de que eso tenga algún sentido.

Siempre me ha parecido que la canción escalaba muy rápido en intensidad, con ese «no puedo vivir sin ti» tan escalofriante y que tantos problemas ha dado a numerosos enamorados a lo largo de la historia. Pero no me importa que los besos de Thiago suban también de nivel, se impregnen de impaciencia y obsesión y quieran robarme el aliento que a él se le escapa al estrecharme contra su cuerpo con una fuerza desmedida. 

Creo que podríamos vivir el uno sin el otro, y, de hecho, nuestra vida podría ser mucho mejor. Pero sin mis odios, yo sería media Dácil. Solo media mujer, sin el medio huracán que a Thiago le gusta atribuirme. Y él sería medio Thiago, sin ese medio... Ese medio ¿qué? ¿Esa media locura que encaja conmigo?

—No me voy a ir de aquí sin besarte, ¿verdad? —Resulta incluso curioso lo tremendamente adorable que es su resignación, y, a la vez, lo impregnada que está de impaciencia y deseo—. O, peor... No me voy a librar de ti ni siquiera si lo hiciera.

—Suenas como si yo fuera una droga, o algo así.

—Algo parecido. Eres la droga de la canción de Los Ronaldos. «Llevas años enredada en mis manos, en mi pelo, en mi cabeza... y no puedo más».

Si alguien se hubiera enterado de que la quería y lo hubiera admitido en voz alta, como Pedro pretendió tal vez que hiciera, mi temor se habría convertido en una realidad. 

Y estar enamorado de Dácil es una realidad a la que yo, el tío que huye, el tío al que le aterra perder, no puedo hacer frente. Porque Dácil es una guerra que yo siempre pierdo.

Le devuelvo el beso con la mente en blanco y la mano engurruñida entre su pecho y el mío. Ahí están el café, el sol, los caramelos. Es como beberse el otoño.

—Pues claro. Tu hermano me ha visto en acción. Sabe cómo me las gasto con las mujeres, y la miradita es marca de la casa.

—No me digas que tienes trucos patentados.

—¿Por qué? ¿Quieres conquistar mujeres? 

Apoyo las dos manos en sus hombros y me inclino hacia él con una sonrisilla juguetona.

—¿Por qué? ¿Tienes miedo de que conquiste más mujeres que tú? 

Me devuelve el gesto con la misma actitud desenfadada.

—Sería ridículo tener miedo de los hechos. No dudo que conquistarías a todas las que quisieras.

Me gustaría decir que necesitamos el alcohol para que el teatro sea creíble, pero la conexión siempre ha estado ahí. Distinto sería que yo provocara todas las interferencias imaginables y hasta apagones tenebrosos para dañarla. Sé que merece mis saboteos, pero cuando lo miro y lo veo haciendo aspavientos para explicarme no sé qué sobre su escritor de referencia y su libro de cabecera, solo veo a una persona a la que le hice un hueco en mi corazón y me vi en la obligación de arrancar porque él solo no se habría ido jamás.

—(...)El amor es como el polvo; se te mete por todas partes. Hasta por los ojos. Si lo sientes de verdad, la gente lo tiene que ver. Lo tiene que oler. Les tiene que incomodar. 

Thiago me devuelve el cigarrillo y cruza los dedos para mirárselos como si fueran muy interesantes, sonriendo misterioso.

—No a todos nos gusta la sensación de tener polvo en los ojos, princesa Dácil.

—Será porque no todos aceptáis que el amor escuece. Es ingenuo suponer que desvivirse por alguien es agradable.

Este libro es puro fuego, no hay mejor forma de describirlo. Está lleno de salseo por dónde lo mires y nunca llegas a aburrirte porque no te da la oportunidad. También se te pasa súper rápido porque estás tan pendiente del hilo de la historia y de sus personajes carismáticos que cuando te quieres dar cuenta ya estás cerca de acabarlo (true story). 

Y sus personajes... Ufff. Siento que siempre digo lo mismo, pero es que no hay otra realidad. Sus personajes son tan reales que simpatizas con ellos de manera humana. La verdad es que sigo sin superar el poder que tiene Eleanor Rigby Al escribir. Te sume en un nuevo mundo sin problemas y con promesas de cosas buenas y TE LO CUMPLE. Esta ha sido una de las mejores lecturas que tuve en todo el año y lo agradezco 💕... Ahora me voy a leer el siguiente porque no quiero perder el tiempo. 

🖤Increíble🖤

Este libro es puro fuego, no hay mejor forma de describirlo. Está lleno de salseo por dónde lo mires y nunca llegas a aburrirte porque no te da la oportunidad. También se te pasa súper rápido porque estás tan pendiente del hilo de la historia y de sus personajes carismáticos que cuando te quieres dar cuenta ya estás cerca de acabarlo (true story). 

Y sus personajes... Ufff. Siento que siempre digo lo mismo, pero es que no hay otra realidad. Sus personajes son tan reales que simpatizas con ellos de manera humana. La verdad es que sigo sin superar el poder que tiene Eleanor Rigby Al escribir. Te sume en un nuevo mundo sin problemas y con promesas de cosas buenas y TE LO CUMPLE. Esta ha sido una de las mejores lecturas que tuve en todo el año y lo agradezco 💕... Ahora me voy a leer el siguiente porque no quiero perder el tiempo. 

Solo un verano (De armas tomar 1)

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