El Chiflon del Diablo Víspera de Difuntos
Un capataz detuvo a 2 mineros al "cabeza de cobre" y a otro joven que era alto y flaco para decirles que se habían quedado sin trabajo, pero ellos sabían que solo era una técnica para obligarlos a trabajar en el chiflón, a pesar de que todos sabían que era muy peligroso. Ellos aceptaron, preferían morir en un derrumbe a morir de hambre.Para ahorrar dinero la compañía ordeno que no se usara tanta madera para sostener el techo del chiflón del diablo.El "Cabeza de cobre" nunca le contó a su madre llamada María de los Ángeles que ahora trabajaba en el Chiflón del Diablo, ya que allí había muerto su marido y dos hijos más.Fragmento de El Chiflón del Diablo: Sólo los viejos no habían abandonado su banco calentado por el sol, y mudos e inmóviles, seguían siempre en la misma actitud, con los turbios ojos fijos en un más allá invisible y ajenos a cuanto no fuera aquella férvida irradiación que infiltraba en sus yertos organismos un poco de aquella energía y de aquel tibio calor que hacía renacer la vida sobre los campos desiertos.Como los polluelos que, percibiendo de improviso el rápido descenso del gavilán, corren lanzando pitíos desesperados a buscar un refugio bajo las plumas erizadas de la madre, aquellos grupos de mujeres con las cabelleras destrenzadas, que gimoteaban fustigadas por el terror, aparecieron en breve bajo los brazos descarnados de la cabria, empujándose y estrechándose sobre la húmeda plataforma. Las madres apretaban a sus pequeños hijos, envueltos en sucios harapos, contra el seno semidesnudo, y un clamor que no tenía nada de humano brotaba de las bocas entreabiertas contraídas por el dolor.Fragmento de Víspera de Difuntos: (Unos pasos apresurados cruzan delante de la puerta. La narradora se volvió a medias y su perfil agudo salió un instante de la sombra para eclipsarse en seguida.)-...La enfermedad -aquí la voz se hizo opaca y temblorosa- me postraba a veces por muchos días en la cama. ¡Era de ver entonces sus cuidados para atenderme! ¡Con qué amorosa solicitud ayudábame a cambiar de postura! Como una madre con su hijo, rodeábame el cuello con sus delgados bracitos para que pudiese incorporarme.Siempre silenciosa acudía a todo, iba a la compra, encendía el fuego, preparaba el alimento. De noche, a un movimiento brusco, a un quejido que se me escapara, ya estaba ella junto a mí, preguntándome con su vocecita de ángel: -¿Me llamas, mamá; necesitas algo?Rechazábala con suavidad, pero sin hablar. No quería que el eco de mi voz delatase la emoción que me embargaba. Y ahí, en la oscuridad de esas largas noches, sin sueño, asaltábame tenaz y torcedor el remordimiento. El perjurio cometido, lo abominable de mi conducta, aparecíaseme en toda su horrenda desnudez. Mordía las sábanas para ahogar los sollozos, invocaba a la muerta, pedíale perdón y hacía protestas ardientes de enmienda, conminándome, en caso de no cumplirlas, con las torturas eternas que Dios destina a los réprobos.
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Stephanie Alvarez@jimruaa