
Confianza en uno mismo
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La sociedad es una ola. La ola se desplaza hacia delante, pero el agua que la compone, no. No es la misma partícula la que se eleva desde el valle hasta la cumbre. Su unidad es sólo fenoménica. Las personas que forman hoy una nación, mueren al año siguiente, llevándose consigo su experiencia.

Las técnicas e inventos del momento son tan sólo el traje con el que se reviste cada época, pero no infunden vigor al hombre.

El que se ayuda a sí mismo es siempre bienvenido a la casa de los dioses y los hombres.

El descontento es la falta de confianza en uno mismo; es la enfermedad de la voluntad. Lamenta las calamidades, si así puedes ayudar a quien sufre; si no puedes, conságrate a tu trabajo, pues es ahí donde se empieza a reparar el mal.

La religión no la hemos elegido nosotros sino la sociedad. Somos soldados de salón.

«Lo que amamos, eso es lo que tenemos; pero con el deseo nos privamos del amor»

Soy yo, con mi debil curiosidad, quien les doy el poder a los demás para molestarme. Nadie puede acercarse a mí sin la complicidad de un acto mío.

El uso de la fuerza es, en la naturaleza, la medida esencial del derecho. La naturaleza no soporta que permanezca bajo su reinado nada que no pueda servirse de sí mismo.

Incluso en la esperanza hay algo ruin.

No debemos conceder siempre tanto valor a unos pocos textos, a unas pocas vidas. Somos como niños que repetimos de memoria las máximas de nuestros abuelos y preceptores y, al ir cumpliendo años, las de los hombres de luces y personalidad que tenemos oportunidad de conocer, esforzándonos por pronunciarlas al pie de la letra.

El hombre, empero, pospone o recuerda; no vive en el presente sino que, girando sus ojos al pasado, se lamenta, o haciedno caso omiso de las riquezas que tiene a su alrededor, se pone de puntillas para atisbar el futuro. No podrá ser feliz ni fuerte a menos que él también viva con la naturaleza en el presente, por encima del tiempo.

¿Por qué, entonces, esta adoración por el pasado?

[…] haz tu trabajo, y te conoceré. Haz tu obra, y te afirmarás a ti mismo. Un hombre debe reflexionar a qué clase de conformidad se presta

La razón para no plegarnos a los usos y costumbres caducos es que disipan nuestras fuerzas, nos hacen perder el tiempo y desdibujan los contornos del carácter.

El gran hombre es aquel que, en medio de la multitud, mantiene con impecable dulzura la independencia de la soledad.

Me avergüenza pensar en la facilidad con la que capitulamos ante los símbolos y los nombres, ante las grandes sociedades y las instituciones muertas.

No existe sociedad que no conspire contra la condición humana de cada uno de sus miembros. La sociedad es una empresa de capitales cuyos integrantes, con el fin de asegurarse mejor el pan de cada accionista, deciden de común acuerdo renunciar a la libertad y la cultura de quien soporta sus gastos. La virtud más exigida es la aquiesciencia. La confianza en uno mismo es aborrecida. No gusta de la realidad de los creadores, sino de nombres y costumbres.

El poder que reside en [uno mismo] es de una naturaleza inédita, y nadie más que [uno mismo] conoce lo que es capaz de hacer, o ni siquiera eso hasta que [uno] mismo lo haya intentando.
Para que este extracto tenga sentido, los corchetes han sustituido al pronombre «él».

La alta estima en que tenemos a Moisés, Platón y Milton se debe a que hicieron caso omiso de los libros y las tradiciones, y se expresaron con sus propias palabras, no con las palabras de los demás hombres.