Era Él Solo El Vagabundo
Baldomero Lillo Figueroa (de 1867-San Bernardo, Región Metropolitana de Santiago; 1923) fue un cuentista chileno, considerado el maestro del género del realismo social.Gracias a las experiencias acumuladas en las minas de carbón pudo escribir una de sus obras más famosas, Subterra, que retrata la vida de los mineros de Lota, y en particular en la mina Chiflón del Diablo. Es un escritor naturalista, crítico. Pero su inclinación a la objetividad narrativa con arranques de una imaginación exageradamente sensibilizada, Los vuelos de su fantasía se agudizan a la quietud corporal a que lo obliga con frecuencia su débil contextura física. En sus críticas sociales, defensas emotivas más que discursivas de las clases populares, se complace en cuadros agobiadoramente dolorosos.Caricaturiza la realidad para patentizar las injusticias de los poderosos. Se ensaña contra la sensibilidad pública al destilar horror gota a gota. Baldomero Lillo como representante del realismo crítico.Fragmento de Era Él Solo: Por las ventanas que dan al patio penetra a raudales la luz del mediodía, y en la pieza la atmósfera impregnada del olor de las viandas es calurosa, sofocante.Terminado el almuerzo, y habiéndose ido el anciano a dormir su acostumbrada siesta, doña Benigna y su comadre pusiéronse a charlar de sobremesa, explotando, con sabia erudición, el tema inagotable de la chismografía provinciana.Cuando el pequeño, después de alzar el mantel, se hubo marchado a la cocina, doña Encarnación preguntó con indiferencia: -¿Qué es lo que tiene este niño? Anda tan encogido, tan callado. ¿Estará enfermo, comadre?Doña Benigna respondió con viveza: -No, no está enfermo. Es que denantes lo reprendí, y como tiene tan mal carácter, todavía le dura la taima -y cambiando súbitamente de tono, agregó, lanzando un profundo suspiro-: ¡Ah, no se imagina usted lo que me hace sufrir este chiquillo! En el poco tiempo que lo tengo en casa me ha hecho salir canas verdes...Fragmento de El Vagabundo: Don Simón, el hacendado, es un hombre de sesenta años, alto, corpulento, de mirada viva y penetrante. Lleva la barba afeitada y su cano y retorcido bigote, que la cólera eriza, deja ver una boca de labios delgados, adusta e imperiosa. Su historia es breve y concisa. Simple vaquero en su juventud, a fuerza de paciencia y perseverancia alcanzó los empleos de capataz, mayordomo y, por último, administrador de una magnífica hacienda. Muy hábil, trabajador infatigable, hizo prosperar de tal modo los intereses del propietario que éste lo hizo su socio dándole una crecida participación en las ganancias. A la muerte de su bienhechor adquirió con sus economías un pequeño fundo en los alrededores, fundo que ensanchó merced a compras sucesivas hasta hacer de él una propiedad valiosísima. Viudo hacía mucho tiempo, sólo tenía aquel hijo. Contaba el mozo veintidós años. De estatura mediana, bien conformado, poseía un semblante expresivo, franco y abierto. Su carácter, como el de su padre,