Entre Dios y el Diablo Magia y poder en la costa norte del Perú
Los primeros evangelizadores de los Andes no tardaron en descubrir que el principal obstáculo a su misión era la presencia del demonio que los indios adoraban bajo la forma de ídolos o de manifestaciones de la naturaleza como el sol, la luna, las estrellas. Sin embargo, beneficiaron de un instrumento ideal para luchar contra este enemigo: la existencia de una “lengua general” el quechua que llamaban del “inga” que les permitía predicar, en un lenguaje comprensible a la mayoría, la refutación de las idolatrías. “¿Has visto al perro que, tirándole una piedra, deja de morder a quien se la tira y muerde la piedra? Pues, así haces tú cuando adoras al sol que no sabe lo que haces. ¿Piensas tú que, porque es tan grande y tan resplandeciente el sol, que por eso es Dios? Es cosa de risa; tú indio miserable, eres mejor y de más estima que el sol porque tienes alma y sientes y hablas y conoces a Dios. El sol no siente ni habla ni conoce más de que es una hacha grande que puso Dios allí para alumbrar este mundo. Pues la luna y las estrellas menos son que el sol y no hacen sino dar vueltas sin descansar como Dios los manda, pues las puso para adornar el cielo y para producir frutos en la tierra, mas la luna y las estrellas no sienten ni hablan ni responden ni se curan de lo que les dice ni se les da nada por lo que les ofreces.” III Concilio Límense 1583: Tercero Catecismo y exposición de la Doctrina Cristiana por sermones (Los Reyes, 1585) “Todas las cosas que quiso, hizo el Señor en el cielo y en la tierra, en la mar y en todos los abismos. Y las nubes crecen y se aumentan con el rocío y la lluvia. Primeramente hizo los once cielos, el uno solo fijo y todos los demás, que siempre se mueven con sus astros y sus estrellas. El ardiente sol y la luna resplandeciente, el lucero y todas las estrellas rutilantes las esmalta en el campo azul del cielo Dios, hacedor de todas las cosas.” Fray Luis Jerónimo de Oré. Símbolo Católico Indiano (Lima, 1598)