Reviews

La ciudad y los perros deja, tras ser leído, un gran silencio de respeto en tu mente. ¿Cómo hablas de lo mucho que te ha gustado un libro cuando su contenido es tan odioso, repulsivo y violento? ¿Cómo hablas de unos personajes machistas, abusivos, pervertidos y trastornados y al final decides que a lo mejor no han tenido la culpa? Miren lo que ha logrado Vargas Llosa, hablando de una falsa educación e ideas retorcidas de virilidad, moralidad, disciplina y justicia como si fuera natural, pero con un tono que te dice claramente que no se trata de otra cosa que una crítica directa (si no, pregúntenle a las autoridades que quemaron mil ejemplares en el patio del colegio en el cual se ambientó esta novela, que además tuvo como alumno al mismísimo autor). Y no es una crítica a los alumnos del Leoncio Prado, que no han sido más que víctimas de las "doctrinas" inculcadas para enderezar a un muchacho, sino a la misma milicia, a sus impostores, a sus conveniencias, y todo lo que repercute en esa juventud que no hace más que actuar en consecuencia de lo que se les está quitando, la inocencia. Voy a ser completamente sincera porque este libro empecé a leerlo el año pasado y tuve que dejarlo. Supongo que no estaba lista para el martillazo en el cráneo que representa esta obra. También porque me supone un reto la literatura hispanoamericana y ha sido un gigante que he tenido que enfrentar, pero aquí estoy, y así estuve, pegada a este libro hasta que lo terminé e impresionada por la complejidad casi insuperable de este autor. Estas obras, para que gusten, tienen que entenderse muy a fondo, si no solo parecerán un montón de páginas llenas de podredumbre y perversión social que no tienen ningún sentido. Pero uno llega a entender a los personajes. Uno acaba comprendiendo el origen del racismo y la maldad, el deseo de poder y jerarquías, las creencias ajenas, la vergüenza, todo, pero no lo justificas, solo entiendes, ya no estás en penumbra. Aplaudo la superposición, siempre simultánea, de las perspectivas de este libro. De los puntos de vista de los diferentes personajes que arrojaban dudas o respuestas, que te hacían retroceder y cuestionarte lo que habías deducido, porque si fue o no este el culpable, si es o no este un cobarde, todo eso da giros sin parar que te hacen dudarlo absolutamente todo para que al final venga el mayor choque de todos, eso que sospechabas pero no te atrevías a concluir definitivamente. Las herramientas utilizadas para sujestionar al lector fueron muy poderosas. Unas perspectivas muy objetivas, otra subjetivas, otras mixtas, una omnisciente, una en tercera y algunas en primera persona; hay que meterse de lleno en el libro para llevar la secuencia sin perderte porque de un párrafo a otro ya no habla el mismo personaje, y puede que del presente haya un salto al pasado de otro personaje, lo cual te ayuda a vislumbrar su futuro o a entender el presente ajeno que acabas de leer. Es todo un rompecabezas muy bien armado, intercalado, claro está, para trabajar la audacia de quien lee. El diálogo final ha sido estupendo. Esa mezcla de una conversación con otra, de una pregunta formulada en el presente y que la respuesta no sea de entonces sino del pasado, de otra persona ausente, me maravilla porque no cualquier autor tiene el poder de llevarlo a cabo de una manera tan prolija que el lector sepa de inmediato de qué se trata. Me ha encantado la ambientación tan concreta. La ubicación espacial de cada acontecimiento, con referencias y nombres, que casi me ha llevado hasta el Perú y me ha ayudado a seguir a cada chico por las calles de su barrio o por los pasillos del colegio, principal escenario. Nos ha sumergido en cada vida de una manera casi demasiado personal, invasiva. El Jaguar, El Poeta, Boa, Cava y El Esclavo son personajes inolvidables. Ambiguos, extraños, perdidos, inadaptados, pero con una historia que marca, contada de una manera tan incisiva que asusta. Y no te deja olvidar.













