
Los Versos del Capitan
La poesía de Neruda es, antes que nada, palabra. Pocas obras se han escrito, o se escribirán, en nuestra lengua, con un lujo verbal tan asombroso como las dos primeras Residencias o como algunos pasajes del Canto general. Nadie como Neruda para lograr un insólito centelleo poético mediante el simple acoplamiento de sustantivos y un adjetivo que antes jamás habían sido aproximados. Por supuesto que en la obra de Neruda hay también sensibilidad, actitudes, compromiso, emoción, pero (aún cuando el poeta no siempre lo quiera así) todo parece estar al noble servicio de su verbo. La sensibilidad humana, por amplia que sea, pasa en su poesía casi inadvertida ante la mas angosta sensibilidad del lenguaje; las actitudes y compromisos políticos, por detonantes que parezcan, ceden en importancia ante la actitud y compromiso artísticos que el poeta asume frente a cada palabra y cada uno de sus encuentros y desencuentros. Y así con la emoción y con el resto. A esta altura no sé qué es mas creador en los divulgadísimos Veinte poemas de amor y una canción desesperada: si las distintas estancias de amor que le sirven de contexto, o la formidable capacidad para hallar un original lenguaje destinado a cantar ese amor. Así y todo, de los varios libros sobre temas de amor, escritos y publicados por Neruda entre 1924 y 1959, Los versos del Capitán es seguramente el más espontáneo, el más diáfano, y asimismo el más vinculado a la naturaleza, el que mejor funde sus palabras con las raíces de la tierra : "te vi salir mirandome, / desde las torturadas ,/ y sedientas raíces". También es posible que esa asunción tan directa y conmovedora del tema del amor, se deba en parte al anonimato que rodea la primera aparición del libro. Como nunca antes ni tampoco después, el poeta se siente libre y para nada restringido por el prejuicio ante lo melancólico ni temeroso de caer en la cursilería : "Bella, / tus senos son como dos panes hechos ,/ de tierra cereal y luna de oro".Por algo estos poemas de amor no traen consigo "una canción desesperada". Más bien entonan una alegría de vivir : "Y somos juntos la mayor riqueza / que jamas se reunió sobre la tierra". No obstante, esa exaltación verbal no esconde una vanidad hueca ni apila las cenizas de lo fácil. Hay una sencillez que no es adorno ni artificio : "no solo el fuego entre nosotros arde, / sino toda la vida, / la simple historia, /el simple amor / de una mujer y un hombre / parecidos a todos".En los Veinte poemas de amor el protagonista era sobre todo la metáfora: el amor estaba al servicio de la imagen. En Los versos del Capitán, en cambio, la imagen está al servicio del amor. En los Veinte poemas los rostros y cuerpos de mujeres desfilan como seductores espejismos, como hermosas visiones, como facsimiles de la realidad. En Los versos del Capitán, en cambio la realidad es una : sobria, sencilla, conmovedora. El rostro y el cuerpo son de una sola mujer y el enamoramiento también es de alma a alma. Cuando el anonimato pierde al fin su razón de ser, el personaje adquire su luminoso y verdadero nombre : Matilde Urrutia.Quién es esa musa inspiradora, tercera mujer del poeta? El mismo Pablo la define : "Mi mujer es provinciana como yo. Nació en una ciudad del Sur, Chillán, famosa en lo feliz por su cerámica campesina y en la desdicha por sus terribles terremotos". Y en otra confesión, expresa y comprime su cándida, entrañable reseña : "Eres del pobre Sur, de donde viene mi alma: en su cielo tu madre sigue lavando ropa / con mi madre. Por eso te escogí, compañera".Como se ve, son varios y decisivos los factores (literarios, biográficos, eróticos) que hacen de esa obra única uno de los textos amorosos que ayer, hoy y mañana, suelen emerger de las bibliotecas para reconciliarnos con el mundo. — MARIO BENEDETTI